Con la pandemia aún no finalizada pero con ganas de viajar y descansar lejos de donde resido y trabajo, y después de malograrse un viaje cruzando el atlántico, aquí que me encuentro con días que no trabajo y decidiendo donde ir. Al final me decido por algo medianamente cerca y lo suficientemente lejos para sentir que es un viaje, que me alejo, que voy a cambiar lo que me rodea.
Voy a Oporto. Según me voy informando, me voy ilusionando: ciudad acogedora, medianemente pequeña, lo que la hace manejable, andable, fácil, acostumbrada al turismo y con buenas medidas anticovid. Así que diseño, marco días y voy.
Mi primera dificultad es que al llegar a Oporto, me quedo sin cobertura lo que me deja sin móvil, sin datos y con solo internet siempre que me cedan wifi. Esto me hizo trasladarme al siglo pasado en mis andanzas por Oporto. Pero nada impidió que disfrutara del viaje.
Pero vamos a cosas más interesantes. La ciudad es fantástica y su gente es muy amable. Se come (como en todo Portugal) fantásticamente bien. Disfruté pulpo, croquetas de bacalao, rodaballo, bacalao, cangrejo, gambas y cómo no, francesinhas (un sandwich que no hay que perderse pero hay que ser conscientes que es una bomba calórica. De hecho pedí media y con ración pequeña de patatas y ya verás el tamaño que se gasta). Y claro, hay que tomar vino: vino de Oporto y oporto. Me había informado (desconozco el oporto) de qué ir buscando porque, los que saben, me dicen que es lo mejor. Y bien, fui probando y decidiendo qué me gustaba más, qué me hacía grato el tomar oporto (no soy muy aficionada a las bebidas dulces). Y conseguí encontrar lo que más me hacía disfrutar. Dejo fotos de plato y de sitios donde poder degustarlos, así como fotos de los diferentes oportos que fui probando.
El primer plato es una brocheta de pulpo y gambas con patatas y berza salteadas en Lagostim. Estaba recién llegada, no tenía forma de descubrir restaurantes por la zona, se acercaba la hora de cierre de cocinas (recuerda que cierran más pronto que en España y quería cenar). No fue un plato para tirar cohetes pero cumplió. Destacable la berza, estaba deliciosa, al dente, sabrosa. El pulpo estaba muy tierno y las gambas eran congeladas y ofrecían toda la resistencia posible a ser peladas.
Esta francesinha la tomé en Cervejaria Brasaõ Aliados. Había coincidido en un restaurante (de esa comida no tengo fotos...fue una tosta de sardinillas y un salmón a la brasa) con una pareja de jovenes. Hablamos del oporto, no sabían cual pedir, y ellos, que ya llevaban días en Oporto, me comentaron donde la descubriron más suave. Era donde más les había gustado. Y allí que me fuí. Ten en cuenta que es la mitad (no la pedí entera), no la pedí con huevo y las patatas son la ración pequeña. Es una bomba calórica pero hay que probar este sabroso sandwich.
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