jueves, 21 de octubre de 2021

Viaje a Oporto. Octubre 2021

 

Con la pandemia aún no finalizada pero con ganas de viajar y descansar lejos de donde resido y trabajo, y después de malograrse un viaje cruzando el atlántico, aquí que me encuentro con días que no trabajo y decidiendo donde ir. Al final me decido por algo medianamente cerca y lo suficientemente lejos para sentir que es un viaje, que me alejo, que voy a cambiar lo que me rodea.

Voy a Oporto. Según me voy informando, me voy ilusionando: ciudad acogedora, medianemente pequeña, lo que la hace manejable, andable, fácil, acostumbrada al turismo y con buenas medidas anticovid. Así que diseño, marco días y voy.

Mi primera dificultad es que al llegar a Oporto, me quedo sin cobertura lo que me deja sin móvil, sin datos y con solo internet siempre que me cedan wifi. Esto me hizo trasladarme al siglo pasado en mis andanzas por Oporto. Pero nada impidió que disfrutara del viaje.

Pero vamos a cosas más interesantes. La ciudad es fantástica y su gente es muy amable. Se come (como en todo Portugal) fantásticamente bien. Disfruté pulpo, croquetas de bacalao, rodaballo, bacalao, cangrejo, gambas y cómo no, francesinhas (un sandwich que no hay que perderse pero hay que ser conscientes que es una bomba calórica. De hecho pedí media y con ración pequeña de patatas y ya verás el tamaño que se gasta). Y claro, hay que tomar vino: vino de Oporto y oporto. Me había informado (desconozco el oporto) de qué ir buscando porque, los que saben, me dicen que es lo mejor. Y bien, fui probando y decidiendo qué me gustaba más, qué me hacía grato el tomar oporto (no soy muy aficionada a las bebidas dulces). Y conseguí encontrar lo que más me hacía disfrutar. Dejo fotos de plato y de sitios donde poder degustarlos, así como fotos de los diferentes oportos que fui probando.

El primer plato es una brocheta de pulpo y gambas con patatas y berza salteadas en Lagostim. Estaba recién llegada, no tenía forma de descubrir restaurantes por la zona, se acercaba la hora de cierre de cocinas (recuerda que cierran más pronto que en España y quería cenar). No fue un plato para tirar cohetes pero cumplió. Destacable la berza, estaba deliciosa, al dente, sabrosa. El pulpo estaba muy tierno y las gambas eran congeladas y ofrecían toda la resistencia posible a ser peladas. 


Esta francesinha la tomé en Cervejaria Brasaõ Aliados. Había coincidido en un restaurante (de esa comida no tengo fotos...fue una tosta de sardinillas y un salmón a la brasa) con una pareja de jovenes. Hablamos del oporto, no sabían cual pedir, y ellos,  que ya llevaban días en Oporto, me comentaron donde la descubriron más suave. Era donde más les había gustado. Y allí que me fuí. Ten en cuenta que es la mitad (no la pedí entera), no la pedí con huevo y las patatas son la ración pequeña. Es una bomba calórica pero hay que probar este sabroso sandwich.

Uno de los restaurantes que me recomendaron en el hotel fue Tascö. Lo intenté y siempre estaba lleno. Al final lo conseguí. Aquí la comida es más exótica, más cuidando detalles y sorprendiendo. Y tienen buen cuidado con el vino. Aunque al necesitar botella pequeña (que no encontré en ningún local), debí ceñirme al vino por copas que tuvieran. En este local, el vino por copas fue excelente. Vallado, un vino blanco Douro D.O.C. seco, con crianza, cuerpo. Libró una justa batalla con un cangrejo azul con camarones, mole y guacamole. Todo bien picante. Como postre y dado que no soy muy amante del dulce, que regalaron un bombón de chocolate negro.
Buscando y preguntando encontré un restaurante (más bien casa de comidas) donde acuden los empleados de las bodegas de la otra parte del río de Oporto, en Vila Nova de Gaia. Restaurante São Gonçalo. Nada más entrar se nota que es una casa de comidas: mucha gente portuguesa, muchos camareros que van de lado a lado, muchos platos de pescado y raciones enormes. Después de dudar sobre qué pescado pedir, me decido por un robalinho a la brasa: en su punto, sabroso y jugoso acompañado de patatas y ensalada avinagrada. Francamente bueno. Como entrante una fabulosa bolinha de bacalhau. Esto no lo puedes perder. Impresionante. El vino, nada que decir...de hecho, comí con agua.


Este bacalao al horno con pan de maiz sobre espinacas salteadas fue en otro de los restaurantes que le tenía ganas. Siempre estaba lleno y era pequeño. Cuidaban el vino de forma exquisita y fue en el sitio donde más vinos por copas que ofrecían. El bacalao estaba impresionante. Era desalado y lo estaba en su punto justo. El pan (que eran migas) de maiz le aportaba el toque dulzón que contrarrestaba la contudencia de las espinacas. Un plato muy muy bueno. Lo tomé en Droop. El vino fue un blanc Rocim, Alentejano del 2020, fresco, aromático que no competía con la delicadeza del bacalao.
Tienen una costumbre que me encantó. Cuando es la hora de la merienda, si pides un vino o un oporto, siempre lo acompañan con algo. En algunos sitios te lo ofertan (y te lo cobran, claro) en otros sin comentar nada, te sacan un cuenco con aceitunas, frutos secos o cualquier otra cosa y es un detalle para aocmpañar tu bebida. El oporto va bien con todo. 

Y estos son algunos de oportos que fui probando. Con diferencia me quedo con el Dow´s 2012 con un toque avinado que lo hace un fantástico compañero de todo: frutos secos caramelizados, aceitunas, almendras saladas. De todo.












 
Y para mi el oporto Dow´s 2012  fue el ganador. Lo busqué en el aeropuerto pero solo encontré del 2015. Así que este, se vino conmigo.
 
Un viaje para repetir: buena comida, buena bebida, mucho que ver, mucho que andar, mucho que visitar. Un placer para todos los sentidos.

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